Por:
William Skey Figueroa Mosquera
Ad
portas de algunos de los grandes cambios que se avecinan para
nuestro país, entre ellos la renovación política del congreso de la República,
los nuevos actores que incursionarán en la política después de una época de
beligerancia, y la reforma política y tributaria, etc. nos vemos impulsados a reflexionar
sobre las nuevas estrategias que apunten al perfeccionamiento de nuestro
decadente sistema administrativo, que hasta el momento se ha venido
implementando en nuestro país. La ética, entonces, se debe convertir en la
piedra angular del servidor, toda vez que por ella se logra el acercamiento al
ideal del buen administrador.
Fundamentamos el presente escrito en dos opúsculos tomados como referencia: “Reflexiones sobre las Éticas en la Gestión
Pública” del doctor Fernando Mariñez Navarro, y “Teoría Administrativa del Estado” del doctor Omar Guerrero,
administrador público mexicano. Estaremos estableciendo algunos contrastes
entre la Administración Pública Tradicional, la Nueva Gestión Pública y la
Gestión Pública basada en la creación del valor público.
En referencia a la ética del Administrador
Público, el doctor Mariñez establece tres tendencias: La Administración Pública
Tradicional determinada por “caciques políticos” que han manejado a su antojo
las oportunidades que se presentan para los ciudadanos; la segunda se conoce
como Nueva Gestión Pública (NGP), que tiene como enfoque primario la
satisfacción de los usuarios en la búsqueda de eficacia en la prestación de
servicios públicos; y la tercera, se relaciona con la gestión pública basada en
la creación de valor público, tomando los mandatos como puntos de partida y no
como fines, y se enfoca en los resultados operativos determinados por su
productividad, efectividad y eficiencia. En estas reflexiones deja entrever que
la ética del servidor público debe jugar un papel importante a lo largo de la
historia en cada uno de estos procesos; entendiendo la ética del servidor como
el carácter inherente a su vocación, el cual procede desde su interior como condición
implícita para el correcto servicio.
Por su parte, el doctor Omar Guerrero, centra
sus esfuerzos en demostrar cual debe ser el objeto del estudio administrativo
por lo cual expresa: “… es descubrir qué
puede hacer adecuada y exitosamente el gobierno y cómo puede hacerlo con la
máxima eficacia y al mínimo costo posible…”, desvirtuando de esta manera, el
concepto generalizado de que los dineros públicos “no son de nadie”, y por lo
tanto “hagamos ochas y panochas con el presupuesto público”.
Las posturas tomadas como objeto de este análisis
son complementarias, toda vez que lo que expresa el doctor Guerrero es la
aplicación práctica de lo planteado por el doctor Mariñez, puesto que para cumplir
racionalmente con el deber y calidad del servidor público, se necesita ser
poseedor de una ética probada que trascienda aquello que la sociedad ha
convertido en norma cuando dicen que “el gobernante tiene derecho de robar con tal de que haga las obras correspondientes”.
Nada más alejado de la verdad. La Ética nos mueve a ser legales; es decir, a
aplicar la normatividad en todas sus formas, sin violarla, y una de esas
aplicaciones se refleja en la honestidad del servidor. En este orden de ideas el señor Norberto
Bobbio expresa que “el buen gobierno debe
distinguirse del malo por dos criterios: … el gobierno para el bien común, que
es diferente al gobierno para el bien propio, y el gobierno que se ejerce de
acuerdo con las leyes establecidas”. En este punto la Ética como base del
cumplimiento de la Ley, se convierte en el punto de partida para el buen
gobierno.
A MANERA DE CONCLUSIÓN
La era post modernista ha introducido cambios
sustanciales en el manejo de lo público; sin embargo, es necesario ubicarnos en
el territorio de la ley, siendo transparentes, honestos, justos; aplicando la
rendición de cuentas como estrategia que involucre a la ciudadanía en el
quehacer y devenir administrativo, garantizando el cumplimiento de los objetivos
y logro de las metas trazadas sin que al final se perciba el mal sabor de que
algo salió mal como consecuencia de la mirada desviada del administrador
público, el cual debe ser servidor; y
para ello debe existir gran esmero en cumplir el deber asignado por la Ley. Ese
es el rol que cumple la Ética en los procesos administrativos tanto públicos
como privados. La Ética tiene que ver con la conciencia más que con la
imposición; es algo inherente a la calidad del servidor. La responsabilidad
frente al compromiso adquirido, resultante de la confianza depositada, obliga
interiormente a cumplir la palabra empeñada un día ante testigos, a no ser que se haya caído en la desvergüenza que
inhibe cualquier intento de responsabilidad. Sea esta la oportunidad de invitar
a quienes pretenden servir desde lo público, a tomar posiciones firmes respecto
al papel que les tocará desempeñar, y a quienes ya lo vienen desempeñando, que
empiecen a reconocer que sin ética no es
posible entregar un buen legado a las nuevas generaciones emergentes,
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